sábado, 14 de enero de 2012

Reinless

Notas de la autora: Matenme ahora gente buena :c Siento mucho haberme tardado, soy una persona que no merece perdón de Dios y bla bla xd Os amo y gracias por leer.
Quiero recordarles que este capitulo tendrá un  flash back de la historia de prussia, que continuaré en el siguiente capitulo para seguir así con la historia normal.
Y bueno, las aclaraciones estarán como siempre al final del cap c:




Capitulo 17


Nunca había sentido tanta presión ante un hecho como el que estaba a punto de cometer.

Desde que tenía su conciencia de demonio, nunca había encontrado un límite que le hiciese replantearse el por qué de sus acciones, el simplemente cometía actos y después afrontaba las consecuencias una a una. No le importaba, no podían quitarle nada, no podían hacerlo caer más bajo de lo que estaba pues en aquel curso no había nada de valor a lo cual adjudicar una necesidad de mantenerse “vivo”

Hasta aquél momento.

Se encontraba moviendo nerviosamente sus dedos entrelazados unos con otros y sus incomparables ojos rojos se movían intentando trazar un plan que lo hiciese salir invicto de aquel embrollo

No era tan difícil, lo había hecho antes. Tan sólo necesitaba trazar un plan a prueba de errores y que el factor suerte estuviese de su lado.

Un par de cicatrices, podía vivir con ello.

El demonio de cabellos plateados procuró un ligero salto del gran árbol en el cual se encontraba y dio un par de pasos. Su largo abrigo negro dejaba entre ver la intachable camisa blanca que traía abajo.

Su sonrisa decoró su rostro que ahora se elevaba a mirar el enorme edificio al cual debía entrar  y del cual se podían ver las relucientes y grande letras que formaban la palabra “axis”

Tantas batallas, tantos años transcurridos como horas en su cuerpo y aun no se convencía de que lo único importante en todo lo que tenía de memoria estaba a un paso, a un difícil y quizás traicionero paso que debía dar y que bajo un gran porcentaje de azar, podía ser el ultimo…

- Flash back – Gilbert Gaiden*

El primer recuerdo que sostenía con ciertas brumosas lagunas era el de su cuerpo cubierto de sangre, abrió sus ojos pesados como si hubiese dormido años y aun así el cuerpo le pesaba y su cabeza le dolía como nunca antes. (a decir verdad, no recordaba el antes)

La habitación donde se hallaba era un lugar frio y húmedo, las paredes eran de piedra o de algún material incapaz de conservar el calor.

No había ventanas ni ninguna clase de orificio por donde asomarse y descubrir como mierda había llegado ahí.

Se sentía extraño, además de su incapacidad para traer algún recuerdo que resolviera aquella situación, había algo en el que no lo dejaba tranquilo, era una especie de sensación insaciable, quería algo, NECESITABA algo pero no sabía qué.

 Al momento en que por fin pudo ponerse de pie ( ya que el temblor de sus piernas parecía incontrolable)  Se paseó por aquella habitación, sus manos gastadas  golpeaban las paredes, rasguñaban el suelo en un mísero intento de buscar alguna forma de salir.  Hasta que en un enorme y desesperado llanto se rindió

Pasó tanto tiempo ahí que hasta en algún grado de locura causada por el encierro y la desesperación, pensó que había muerto y aquel era el infierno que viviría por la eternidad, que probablemente en su vida había cometido las peores atrocidades y que eso es lo que merecía un ser tan despreciable como él.

Después de tanto tiempo encerrado llegó al límite de solo echarse al suelo y esperar su muerte.
Sólo era audible el tintineo de pequeñas gotas cayendo por las paredes, lo que a momentos lo calmaba y confortaba.

No entendía cómo es que no había muerto de hambre en todo aquel tiempo encerrado, tampoco el cómo no había necesitado beber agua (aunque lo había hecho, quizás para sentirse vivo)

Estaba totalmente desamparado.

Los ojos del joven se cerraron y no supo por cuanto tiempo, quizás horas, días, meses… pero estos se abrieron cuando una luz invadió el cuarto.

De la pared, había surgido una puerta de piedra la cual se había abierto y a sus pies pudo distinguir la silueta de una persona.

Tuvieron que pasar un par de minutos para que pudiera acostumbrarse a luz ya que en aquel cuarto la oscuridad había reinado por demasiado tiempo como para querer recordarlo.

Intentó levantarse y aproximarse a aquella persona, pero su cuerpo a pesar del tiempo transcurrido aun no respondía muy bien y la enorme emoción de verse acompañado lo hizo perder el equilibro más de una vez.

-No te muevas tanto Gilbert

Aquella voz había resonado como el eco de alguien en un lugar pequeño. Hace muchísimo tiempo que no oía una voz que no fuera suya por lo que sintió que aquellas palabras golpearon sus tímpanos y lo dejaron perturbado por un par de segundos.

-Gi-gilbert… - repitió una vez que había podido comprender que de aquella forma había sido nombrado.

El hombre de gran estatura y que se encontraba cubierto con un enorme manto negro se hincó a la altura del joven que todavía se hallaba en el suelo y tomándolo de su cabello bruscamente lo levantó hasta la altura de su cara.

El joven no pudo gritar, no existía fuerza para poder hacerlo, simplemente hizo un gesto de dolor e intentó abrir sus ojos.

-Mírame Gilbert – ordenó esta vez con su voz un poco más apacible.

El joven obedeció y se encontró con unos enormes ojos rojos que tan sólo mirándolo parecían atravesar todo su cuerpo.

-Desde hoy has vuelto a nacer, y todo lo que aprendas de ahora en adelante será lo que yo te enseñe – el hombre lo soltó haciendo que este callera de golpe al suelo nuevamente- me debes tu vida y tu eterna lealtad.

Diciendo eso se sacudió las manos y se puso de pie nuevamente.

-Cuando se sientas capaz de levantarte, sal, te estaré esperando.

Fue lo último que dijo cuando ya había desaparecido de aquella habitación.

El joven no entendía nada, lo único claro era que alguien allá afuera lo esperaba y era el único que podía darle respuestas.

Se dio vuelta mirando el techo, esperó hasta que su cuerpo se calmara  para comenzar nuevamente el caótico intento de levantarse y controlar sus piernas.

No supo cuanto se tardó, el tiempo era algo de lo que no tenía conciencia pero cuando por fin sus piernas le respondieron y después de un gran intento de caídas y golpes se encontró de pie, caminando con lentitud. Una vez llegado a la puerta se apoyó en ella y observó el lugar.  Era un enorme pasillo con grandes puertas de piedra como en la que él se encontraba apoyado. Desvió los ojos hasta que divisó una solitaria y lejana puerta que a diferencia de las demás, tenía un color café y una pequeña ventanita en el centro inferior.

Esta vez apoyado de las paredes se dirigió con lentitud hasta esa puerta, se sentía algo más tranquilo ya que con cada paso se sentía menos inestable y con un poco más de fuerza, pronto podría caminar sin apoyarse de nada.

Una vez llegado  la abrió dejando ver un lugar totalmente distinto a la cárcel donde había estado encerrado.

Parecía un hogar confortable, el lugar estaba cubierto por enormes muebles perfectamente tallados, el piso era de madera y la sensación era increíblemente distinta a la de la cárcel de piedra en la que había estado. El ambiente era tibio y un olor dulce lo rodeó.

Se adentró en el lugar, hasta que después de un caminar pausado se encontró con la figura del hombre que antes lo había llamado. Esta vez pudo distinguir mejor su perfil. Era un hombre alto, su cuerpo estaba cubierto por un largo abrigo negro. Pudo distinguir su largo cabello rubio, casi plateado que caía hasta sus hombros. Su mirada era dura y parecía haber visto más cosas que cualquier ser en esta tierra. A primera vista sintió un increíble sometimiento  que no tenía otra explicación más que su cuerpo cansado podía darle.

El hombre se encontraba junto a una chimenea encendida y sostenía una copa con un licor de un oscuro color, casi negro.

El joven después de aproximarse lo que sus fuerzas le permitieron se desplomó sobre el suelo soltando un ahogado jadeo. El calor de la chimenea lo invadió y se sintió por primera vez en mucho tiempo vivo

- Gilbert, Gilbert… Eres un completo desastre… - El hombre dio un par de pasos rodeando el cuerpo del joven y realizando pequeños movimientos con la muñeca que sostenía la copa – Pero no debes preocuparte, yo voy a hacer que te vuelvas una maravilla.

El joven sintió  de pronto como una manta lo cubría, y seguido de ello el hombre que había estado dando vueltas alrededor del se aproximó a un sillón cercano y se desplomó sobre el.

- Supongo por tu patética mirada de desconcierto que debes tener preguntas… - asumió el mayor tomando un sorbo de su copa para luego elevar la vista al techo con cierta mueca de molestia – Te responderé… al menos hasta que me aburra.

El joven respiró agitado e intentó dejar escapar algo de sus labios.

-Qui- Quién soy yo?

-Pfff, ¿No tienes algo mejor que eso?

El mayor lo miró indignado para luego responder con algo de  desagrado

-Gilbert te llamas, creo que lo he repetido lo suficiente como para que tu pregunta sea una verdadera pérdida de tiempo – el hombre se quedó pensativo un segundo y luego habló nuevamente- Oh, lo siento, no se tu apellido, aunque no debería importarte ya que no lo vas a necesitar.

- ¿Por qué… no recuerdo nada?...

-No necesitas recordar nada,  absolutamente nada de tu pasado es necesario ahora, lo único que debes saber es que tu y yo somos distintos al resto.

El joven de cabellos plateado lo observó con completo desconcierto.

- ¿Como….?

-Discúlpame Gilbert pero voy a hacerte una pregunta… En  todo ese tiempo… no has encontrado nada extraño en ti?

-¿Cómo…?

- ¿ Ni siquiera has probado poniendo tu mano en tu pecho?

Los ojos del joven se cerraron con fuerza y curvó sus labios que ahora temblaban sin poder detenerse. Sabía de lo que hablaba el mayor, era algo estúpido y sin sentido y por eso mismo, el acto de mover su mano y ponerla en su pecho era algo que le arrebataba toda cordura que creía aun conservar.

Dejó escapar una bocanada de aire antes de agitar su mano y ponerla sobre su pecho tal cual le había indicado el mayor

Por un segundo un silencio presuntuoso se situó en aquella habitación de madera cálida y creyó que incluso se desmayaría. No había reacción en su cuerpo, no existía ninguna clase de respuesta fisiológica que le indicara que estaba vivo, que era humano. No habían latidos.
Al principio se consoló pensando que aquella persona sólo estaba jugando con su evidente estado lastimoso y le había hecho perder conciencia de la realidad. ¿Pero cómo podía probar aquello?, incluso aunque tuviera alguna forma de probarlo, ¿Quién si no el mayor podía explicarle todas las incógnitas en su mente?
El hombre lo miró curvando sus labios en una casi indescriptible sonrisa, seguido de ello se inclinó para tomar la atención del menor.

-¿Existe alguna duda?

El joven jadeó y sus ojos rojos brillaron con un tono que por primera vez mostraba determinación.

-Si quieres demostrar que no estoy vivo, ¿por qué mierda estoy respirando?

-Es una respuesta a la costumbre, no estás respirando, es sólo que estas acostumbrado a ello. Te diría que pruebes a dejar de respirar por un rato pero ya lo harás cuando tengas más tiempo…

Gilbert volteó los ojos cómo si le hubiese vencido por decima vez en el mismo día, incluso aunque en aquel momento sólo quisiese despertar de ese sueño, pudo encontrar respuestas en todo lo que el hombre le explicaba.
Todo aquél tiempo encerrado, sin comer y beber… Cualquiera en su lugar habría muerto o al menos agonizado, pero él no había sentido más necesidad que la de dar vueltas y arrastrarse por aquellos pisos de la cárcel de piedra.
No quería aceptarlo pero tenía razón y deseaba ahí más que nunca llegar al fin de ese asunto.

-Entonces… que.. soy? – Gilbert tragó saliva – ¿Que somos? – dijo esta vez mirando con extremo cuidado los ojos del mayor. Definitivamente su corazón no latía pero en su pecho igual retumbaba algo ante la espera de aquella respuesta.

-Demonios Gilbert, somos demonios.

Al principio le costó digerir la información del mayor. Incluso aunque esta no fuera mucha ya que descubrió que para sacarle alguna buena respuesta, el hombre debía estar de buen humor si no, simplemente lo ignoraba y si este insistía pues se molestaba y lo amenazaba con encerrarlo de  nuevo en los calabozos, obviamente ante aquella amenaza, al joven de ojos rojos no le quedaba otra opción que quedarse en silencio y no insistir ante el tema.

Días después de aquella explicación, el hombre le reveló algo acerca del. “No voy a decirte mi nombre, pero sí te diré de qué forma puedes nombrarme… Germania”
No tuvo ninguna intención de declarar que aquel era el nombre más que extraño que había oído, y claro aquello no era un nombre, por lo mismo después de pasado el tiempo lo terminó llamando de una forma un poco más coloquial “Geruman”* (viene del término Germán pero hace referencia a la pronunciación japonesa).
Al principio lo hacía de forma aislada para ver si aquello no significaría un encierro seguro en el calabozo, y aunque a veces veía un ligero gesto de molestia en sus ojos, finalmente pudo notar cómo se acostumbraba o simplemente aceptaba aquello en un acto de pasividad controlada.

Gilbert a pesar de las circunstancias en las que se encontraba, se dejó instruir por el hombre de largos cabellos rubios.
A momentos sentía que hacía aquello sólo por miedo a lo que aquel hombre pudiese hacerle a su integridad, pero a otros realmente concebía en él una enorme curiosidad por conocer ese mundo totalmente nuevo.

Geruman le explicó la forma en que un demonio debía ver la vida. Podía ver en los ojos del rubio una increíble furia y repugnancia cuando se refería a los humanos. Quizás había sido lo más recalcado en su instrucción, debía odiar, detestar, repugnar siempre a los humanos, eran seres inferiores, estúpidos, y con una capacidad infernal de destruir todo a su paso.

“Yo soy un demonio viejo Gilbert, más antiguo que muchas cosas en este planeta y he visto  las construcciones humanas caer bajo fuegos de sus mismas manos. He visto eras incontables de muerte acechando hasta los ojos del más joven muchacho.”

También comprendió la diferencia temporal que los comparaba de aquellos seres. Los humanos vivían poco en comparación con lo que podía llegar vivir un demonio bien entrenado.

 A veces, cuando los inviernos eran largos y aburridos, Gilbert se preguntaba, cuando podría conocer a un demonio, aparte de Geruman. Pero el mayor le explicaba con cierta molestia que era difícil encontrar a otros demonios, la mayoría morían jóvenes por que no habían sido instruidos cómo él lo estaba haciendo (y así también le dejaba claro que debía estar profundamente agradecido de que haya decidió acogerlo bajo su entera protección) y los más viejos no se dejaban ver por otros ya que no existía la “amistad” entre demonios, sólo la coexistencia pacífica o los tratos a largo o corto plazo.

Los años avanzaron como días para el muchacho de cabellos grises, cuando ya pudo darse cuenta, había abandonado la Mansión de su maestro y este con su completa confianza le dejaba recorrer los bosques cercanos, con la promesa de que no se acercaría bajo ninguna circunstancias a ningún humano.
Aprendió a controlar el placer que podía darle la sangre y pasó meses encerrado en el calabozo a causa de haber hecho enojar al mayor.

Se había acostumbrado a la lucha y agilidad digna de un demonio y también obligado a acostumbrarse a la meditación y contemplación de su alrededor.

Fueron años que volaron como hojas secas de otoño y aún así el joven de ojos rojos sentía que no sabía ni una decima parte de todo lo que convenía entender.

- Hey Geruman – dijo acostado en el piso mientras el calor de la chimenea lo invadía

El hombre no se movió. Observaba por el ventanal con los brazos cruzados y su postura se mantenía tensa y formal, parecía una estatua recién adquirida.

- El hombre con el que hablaste el otro día era un demonio ¿Verdad?

Los cabellos rubios se movieron con la brisa que se colaba por la ventana.

Hace unos días cuando el menor había sido enviado a limpiar todos y cada uno de los calabozos de aquella mansión, sintió una presencia distinta a la de Geruman e incomparable con la de un humano. Las presencias humanas eran ligeras e inalterables, pero aquella era densa y le causaba un extraño escalofrío en la piel.

Al asegurarse que no había nadie en los calabozos se dirigió con rapidez al piso de donde provenía la presencia y pudo verlo.

Un cabello parecido al suyo y sus ojos de un incomparable color lila. Al principio se sorprendió por su presencia tan llamativa y se habría acercado más para resolver sus dudas pero si Geruman se enteraba que andaba espiándolo estaría años limpiando los calabozos hasta que quisiese perdonarlo.

Los observó por un par de minutos, parecían hablar de algo que ambos les perturbaba aunque el rostro del otro demonio no aflojaba la sonrisa de medio lado y sus ojos no se abrían más de lo que la luz le dejaba apreciar.

Parecía que Geruman estaba infinitamente sorprendido por aquella visita, pero a la vez en su mirada había un tinte de leve agrado el cual le sorprendió muchísimo.

El rubio se dio vuelta y miró al menor frunciendo el seño

-¿Así que me estuviste espiando?

-No, no, claro que no, sólo la gente no awesome espía, yo sólo sentí una presencia y fui a asegurarme de que estuvieras a salvo

Gilbert intentó no mirar al rubio ya que si lo hacía estaría perdido

El mayor gruñó pero después de unos minutos se apoyó en la ventana mirando hacía la chimenea.

-Se llama Ivan, es un demonio que conocí hace años bajo circunstancias que no deseo recordar – el rubio apoyó sus manos en la madera de la ventana y se quedó ahí sin decir nada, luego sus ojos de fijaron en los de Gilbert, como si dudara o no en decirle lo siguiente – Vino a entregarme una información.

El demonio de ojos rojos abrió los ojos con sorpresa y se levantó del suelo quedando sentado, prestando esta vez toda su atención al mayor.

-¿Qué información? ¿Es algo importante?

-Nada que te interese – bufó con cierto desgano

-¿Pe-pero, por que el tendría información sobre ti?

-Nunca dije que tuviera información sobre mi Gilbert.

- Pe-pero si es información que te concierne…

Geruman molesto por las intervenciones del menor tomó un pequeño cuadro que se encontraba apoyado bajo el marco de la ventana y se lo arrojó en la cabeza.

- ¡¿Puedes dejar tu palabrerío y prestarme atención?! – exclamó arrugando la nariz y cruzando los brazos

Gilbert se sobó la cabeza en la parte donde le había golpeado y asintió.

- Ivan posee una de la habilidades más interesantes que me ha tocado conocer

Los ojos rojos se encendieron con extrañeza

- Ivan puede ver el futuro - Geruman frunció los labios en un gesto cómo si quisiese escupir algo desagradable – Y no es nada bueno lo que ha visto Gilbert… nada bueno

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efuhliwevuuh 

Bueno, ya notaron que algunos demonios poseen habilidades especiales en ellos. Ivan y Antonio son un ejemplo (ver el futuro y rápida regeneración) 
Después descubrirán otra habilidades y cosas que cambiarán la historia
El siguiente capitulo se termina el Gaiden de Prussia, espero publicar pronto c:
Y Puse a Germania por que en Hetalia supuestamente el es quién crió a Prussia y sacro imperio romano, por eso quise darle protagonismo en la historia del awesome xd 

Les juro que haré TODO lo posible por publicar pronto, i promise.

Graaaacias por leer, os amo 



martes, 1 de noviembre de 2011

Reinless

Notas de la autora: Reviví y luego mori y luego reviví nuevamente y esa es la historia por que no habia publicado (?) Fin.
Ok, les dejo el cap, perdonen y seguramente ya se olvidaron de todo el fic y eso es muy triste para mi y para todos mis amigos imaginarios :c 
Os amo y no hice correcciones asi que golpeenme *-* 

Capitulo 16 




El  joven Canadiense tomó asiento en el lugar que los guardaespaldas le indicaron. Observaba todo con gran asombro, nunca había subido a un avión. Sus padres eran gente de campo y por lo tanto cosas como aquellas eran un sueño para él.

Se agitó al ver la figura del Frances acercarse, se sentía a salvo junto a él, más que con todo ese grupo de hombres desconocidos, más que con todas esas palabras de aliento que le dieron mientras el mayor estaba en urgencias.

No, no era comparable…

- Mathii, te veo algo nervioso… ¿Nunca has viajado en avión? – cuestionó el mayor acomodándose en el asiento junto a él.

El muchacho rápidamente negó con la cabeza y apretó el gran oso de felpa.

-Oh lalala! Mi lindo Mathii yo voy a protegerte de todo! –exclamó el francés en respuesta de la dulce acción del menor.

-Se-señor basta… - dijo tocándole el hombro uno de los guardias al Frances.

El mayor pudo deducirlo al instante, eran sus heridas de las cuales todos sabían menos Matthew, las que podían abrirse si hacia movimientos muy bruscos.

Francis se apartó con lentitud y con su mano revolvió los cabellos oro del joven.

Se mantuvo pensativo un buen rato. Sabía que el muchacho junto a él buscaba respuestas a los hechos ocurridos ese día. El no se merecía la incertidumbre, ni tampoco la gran cantidad de mentiras que habían utilizado para atraerlo a aquella situación.

Probablemente, (y el francés lo tenía bastante claro) necesitaba acabar con aquel rollo de mentiras y comenzar a hablar con la verdad, ya que aquellos estaba condicionado a la confianza que fuera a sostener el muchacho con el de ahora en adelante.

“A la mierda Vash…” – se dijo con cierta agradable libertad, para luego mirar al menor  y apartar uno de sus cabellos.

- Mathew… voy a contarte todo…
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Antonio Fernández Carriedo tenía más años de los que estaba dispuesto a admitir, un pasado quizás algo escabroso pero un futuro brillante y excepcionalmente eterno (no todos podían darse el lujo de decir aquello). También tenía una increíble fuerza y capacidad innata que lo hacía generar respeto entre sus pares.

Hasta ahí, si vida podría ser considerada casi perfecta, si no fuera por el pequeño pero muy importante detalle de quién ahora le estaba haciendo cuestionarse un millón de cosas.

Antonio, el gran demonio de cabellos castaños estaba total y profundamente enamorado.

-No está, no está, no está! Le dije! Y te lo dije a ti! Imbécil! Estoy seguro que debe ser tu culpa, no sé cómo! Pero TU debes tener la culpa! No está por ningún lado! El no sabe cuidarse solo! TIENES QUE HACER ALGO ANTONIO

Su problema no era estar enamorado, el verdadero inconveniente era DE QUIEN.

El mayor terminó de picar los tomates que hace un rato había estado pelando y con tranquilidad levantó la vista al joven que se encontraba de un lado a otro caminando sin detenerse.

- Lovi, si usaras conectores y me hablaras con claridad yo podría entenderte – se aguantó las enormes ganas que tenía de hacerle una mueca de burla.

El muchacho se detuvo en seco y lo escruto casi asesinándolo y cortándolo en picadillos con la mirada.

-¡No está!, ¡No está en ningún lado! – afirmó esta vez  apretando los puños.

-  ¿Quién?

El italiano frunció el ceño

-¿Acaso no me escuchaste? ¡Italia!, Estoy hablando de Italia!

Ehh, Lovi… - El español tomó un paño y se limpió sus dedos – ¿Realmente estas preocupado por eso?, se te olvida que Italia es un demonio, igual que tú…

-¡No, no es igual que yo! – Le interrumpió el menor para luego bajar un poco el tono de voz – El.. es estúpido… y torpe…

Antonio enarcó una ceja y se cuestionó si aquel comentario debía considerarlo una ofensa o una brillante defensa a su pariente.

-Realmente…  debes amarlo mucho… para estar preocupado de esa manera… - asumió sintiendo una gran ternura por los entristecidos ojos de su amante.

El joven al instante se sonrojó y negó con la cabeza.

- ¿A-amarlo? – titubeó atropellando las palabras en su boca – ¡No! ¡No te confundas! El es estúpido y se puede meter en problemas… es solo eso! – finalizó girándose dándole la espalda al mayor.

Antonio iba a decir algo pero el menor se le adelantó

-Vo- voy a salir a buscarlo –murmuró casi con un hilillo de voz.

Con lo que no contó el joven es que en un segundo, junto a él se deslizaron como una melodía las palabras del español.

-Voy a acompañarte – murmuró este en su oído, lanzando el paño lejos.

El muchacho lo apartó molesto mientras una risa sonora se dejaba escuchar en aquel sitio.

__________-__________

Los pasillos de aquella enorme mansión parecían más oscuros de lo normal, más tristes, más desolados. Se adentró entre ellos, su mirada iba perdida en un par de recuerdos dolorosos que lo atormentaban desde el día anterior.

Necesitaba respuestas y caminaba en dirección del único ser que podía dárselas. No quería tener que hablar de aquello con él, desde el principio se había prometido no darle razones para destruirlo. Pero no había nadie más.

Se detuvo frente a la gran puerta de caoba y la abrió sin hacer uso de mucha fuerza. Al hacerlo un poco de luz entró por las cortinas de aquella morada

La habitación tenía una cama en la cual se encontraba aquel ser que el demonio mayor siempre protegía y traía a su lado. Sus largos cabellos negros cubrían parte de su rostro y su cuerpo se encontraba inerte.

El demonio de ojos rojos caminó unos pasos y se topó con quién buscaba.

Los pies del demonio Ruso se movieron casi como si se deslizaran hasta la orilla de la cama y se sentó

- ¿Qué haces aquí Gilb-chan? – su voz tenía la misma dulzura que utilizaba cuando quería convencerlo de algo.

El aludido se encamino dentro de la habitación y se dejó caer sobre un gran sillón de cuerpo negro a unos metros del mayor.

-Lo vi… - murmuró con un tono de voz bajísimo

Los ojos del ruso se abrieron con una inocente impresión.

-¿A quién Gilb-chan? ¿A quién viste? – preguntó con un tono de voz risible.

El menor dejó escapar un suspiro y habló.

-Rode…

Sintió una punzada en su pecho al dejar escapar aquel nombre después de muchísimo tiempo.

-Oh, ¡Qué lindo! ¡El reencuentro con tu gran amor del pasado! Gilb-chan! Deberías estar feliz – dijo lo ultimo afilando la mirada.

El menor sabia que el maldito demonio lo hacía para burlarse, estaba claro que sabía lo que ocurriría y el muy bastardo lo había dejado ir a aquel nefasto encuentro.

Se levantó con furia y golpeó la pared

-¡No te hagas el listo conmigo! – exclamó para luego apretar sus puños en un intento fallido de calmar sus ánimos

-Oh, ¿Que paso Gilb-chan? ¿No me digas que tu lindo Rode, te rechazó? Pobresillo… los humanos nunca han sido gente de confianza…

El mayor llevó un dedo a su mejilla e hizo un gesto ingenuo con la mano.

Los ojos afilados del demonio de ojos rojos se posaron esta vez en el mayor.

-Que fue lo que hiciste… - dijo con un tono de voz amenazante.

-¿Yo? – Cuestionó llevando un dedo a su rostro para luego sonreír sin alterarse – ¿Realmente crees que yo hice algo?

-¡Pues quién más!, quién más pudo haber hecho algo… como eso… -finalizo lo ultimo con lentitud como si una idea de pronto lo hubiese atacado de improvisto.

-Así es Gil… piensa bien… yo no soy el único demonio al cual le debes tu inmortalidad- la mirada del ruso había pasado de ser dulce a una mirada afilada y casi enigmática.

Los ojos rojos se perdierom en el suelo, pero no lo observaban, había muchísimos recuerdos que intentaba atar para encontrarle sentido a las palabras del mayor.

-Yo se que sabes quién fue, yo se que lo has nombrado. Es un bastardo porque eso somos los demonios… unos bastardos – espetó con extrema fiereza el mayor

Gilbert no alcanzó a escuchar lo último, toda aquella revolución en su cabeza lo había hecho actuar sin pensarlo y en cosa de segundos ya había salido de aquella enorme mansión y estaba moviéndose entre los grandes árboles del lugar.

Sabia, sabía quién era y sabía exactamente lo que había hecho. Él lo había visto, lo había visto antes.

- ¡No!, ¡No!, ¡No! – iba gritando sin mirar al frente. Era su instinto, su nula capacidad de razón la que lo guiaban.

Hasta que después de unos largos minutos se detuvo. Había olvidado la hora, estaba amaneciendo y nadie caminaba por aquella calle, pronto noto que era  la entrada de un pasaje antiguo pero de grandes y sublimes construcciones.

Y lo vio, como por arte de algún maleficio útil, asomarse por el pequeño balcón del tercer piso, se estaba poniendo la camisa con la que iría al hospital para el cual trabajaba. Se imaginaba a Roderich son su uniforme de médico atendiendo a los más desposeídos. Se imaginaba incluso el gesto que hacía con sus cejas cuando anotaba un dato importante en su libreta.

Como si todos esos años no hubiesen pasado.

Y no fue necesario pensarlo ni analizarlo (sus decisiones eran demasiado awesome como para ser juzgadas) así que en cosa de segundos sus pies (casi por inercia) terminaron dentro de la habitación del Austriaco quién tarareaba una canción y aún no se daba cuenta de la presencia ajena.

-¡Se- Señorito! – exclamó el demonio de cabellos grises mientras la brisa de aquel temprano amanecer mecía sus cabellos.

El aludido se giró con extrema rapidez y dio varios pasos hacia atrás.

-¿Quie- Quien es usted?

-Señorito, ¡Soy yo! Gilbert… ¿No me recuerdas? – dijo esta vez con un tono de voz más bajo notando la inseguridad del castaño

-¡¿Como entró aquí?! – Emitió con vacilación Roderich mientras con extrema cautela movía sus manos tras su espalda buscando algo con que defenderse.

Claro, que no contaba que aquel demonio era muy rápido y en cosa de un segundo sus manos se hallaban sobre los hombros del Austriaco, zamarreándolo.

-¡Basta! – Exclamó  apartándolo con fuerza el Austriaco – ¡No se mueva! – dijo seguido de ello levantando un arma que había logrado sacar de uno de los cajones donde sus manos habían divagado.

El demonio se mantuvo quieto e inclinó un poco su mirada que ahora no parecía tan completa y profundamente desolada.

-Señorito…  - reiteró esta vez con una sonrisa terca e incluso burlesca. Se había aventurado a avanzar (siempre con cautela) al notar en el rostro ajeno la brillante duda del desconcierto.

“Puedes bloquear todos los recuerdos que quieras, pero nunca borrarlos, el recuerdo y la idea son los parásitos más grandes que existen en la mente humana”

-¡No, no se acerque más! Voy a disparar – exclamó el Austriaco agitando el arma y volviéndola a apuntar directo a la frente del demonio.

Gilbert se sorprendió, había una estrepitosa e increíble capacidad de defensa que sólo pudo haberla adquirido de la experiencia. Pero Roderich era un médico. ¿Por qué tendría que saber de armas?

Sus pasos ligeros como plumas seguían disminuyendo la distancia de ambos haciendo el aire más denso y los latidos cada vez más audibles.

Roderich había perdido el habla y sus manos sosteniendo el arma eran la respuesta menos convincente que podría haber dado en su defensa. No iba a disparar, lo sabía y sabia que la persona frente a él lo tenía incluso más claro. Pero no podía moverse. Era como si cuerpo se hubiese adormecido y sólo funcionara con escandalosa efusión su corazón, golpeándolo y su mente trayendo a él un confuso arsenal de imágenes sin principio ni fin.

-¿Quie-Quien eres tu…? – expulsó cuando ya la distancia entre ambos era mínima, mientras sus manos caían a sus costados dejando el arma golpear el suelo.

Gilbert levantó ambas de sus manos y con extrema delicadeza sostuvo el rostro ajeno.  No había olvidado el olor del médico ni tampoco la placentera sensación que causaba el contacto con su piel. Se sentía completo

-ah-ah

aferrado contra las calientes mejillas del médico, sentía los latidos del corazón muy fuertes, retumbando en su cabeza. Cerró los ojos, tratando de calmarse, pero estaba sudando frío y sentía que el corazón le iba a explotar. Levantó la mirada y vio al Austriaco inclinado sobre él, como si quisiese decirle algo, haciendo el intento con sus labios entre abiertos de decir algo importante, hablándole, pero no lo llegaba a escuchar, agarró el borde del cuello de la camisa a medio poner y lo besó.

Los labios entre abiertos recibieron aquel beso demandante y no hicieron más que corresponder con cierto ademán torpe y ansioso. Sus manos se recorrían con un aturdido discontinuo movimiento a través de sus cuerpos, sus cabellos, su humanidad completa delineada en un segundo.  

- Ah- Y pronto el demonio de ojos rojos pudo sentir como los labios ajenos se apartaban y aquellas manos que hace unos segundos lo tocaban ahora caían con ligereza.

El Austriaco se habría desplomado en el suelo si no hubiese sido por el rápido actuar del demonio que lo sostuvo y lo dejó apoyado sobre el sillón más cercano.

Y en aquel momento, en que veía al médico entre dormitar y evocar  un sueño que el no podía comprender, supo que debía buscar la manera de traer de vuelta los recuerdos del Austriaco. No importaba como, ni donde pero juraba por la estúpida maldición de ser demonio que no iba descansar hasta traerlo de vuelta.

Gilbert con una reacción casi dotada tomó su móvil y marcó.

- Vas a decirme quién puede ayudarme Ivan. Y  créeme que aquel awesome comentario no fue una pregunta.

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Se sentía bastante bien, había dejado de oír el ruido a su alrededor y se encontraba más bien en un estado semi-inconciente. Había dormido un buen rato y olvidarse de las cosas no era algo que hiciese muy seguido (y que a juzgar por esa sensación debía comenzar a ponerlo en práctica). También un agradable olor había contribuido a su inactividad momentánea. Intentaba traer a su mente el significado del aquel aroma.

Era algo dulce pero con una cierta mezcla de piel, se parecía al de alguien, o algo quizás…

Entre-abrió sus ojos con desgano y la tenue luz lo apoyó en el intento de distinguir (y de paso recordar) donde se encontraba. El sutil sonido de las turbinas trajo con frialdad el recuerdo que viajaba a Japón y que no debería bajo ningún pretexto estar perdiendo el tiempo como lo estaba haciendo.

Iba a moverse pero sintió un peso sobre su hombro.

Los cabellos cobrizos cayeron tapando un poco los ojos ahora cerrados del menor de los Jones. El muchacho se había dormido y reposaba con cierto apego en el hombro del inglés.

Levantó su mano para apartar aquellos cabellos, el suave tacto acarreaba una sensación parecida a la que tenía antes de salir de su semi-inconciencia.

Y habría seguido acariciando cuando recordó algo importante.

¿Holy shit que mierda?

- ¿Puedes despertar y apartarte de mí por favor? – indicó el Ingles moviendo su hombro con brusquedad.

El menor reaccionó levantando la cabeza y entreabriendo los ojos con desgano, seguido de ello se sacó sus lentes y llevo su dedo índice y pulgar a sus ojos para frotarlos ligeramente.

-  ¿Tienes un problema con la sociedad?, ¿Malos tratos en tu infancia o algo así? – el menor después de frotar sus ojos estiró sus brazos mientras dejaba escapar un sonido como de bostezo.

- Tu falta de educación le hace daño a mis ojos – se limitó a espetar Arthur para luego volver a apoyarse en su asiento.

-Y tu falta de tacto con la gente le hace daño a los míos.

- Lo siento pero los tuyos ya están dañados –aclaró el inglés apuntando los anteojos del menor

- Y al parecer – Alfred llevo su dedo índice a el espacio que se formaba entre ambas cejas del ingles – de tanto fruncir el ceño vas a provocar que se forme un hoyo negro aquí, el cual nos tragará a todos.

- Cállate – fue lo único que expresó el ingles mientras apartaba la mano del menor y giraba el rostro en dirección contraria.

No quería detener a analizar aquel extraño sentimiento. Quería golpearlo, insultarlo, hacer uso de sus más grandes sarcasmos, pero también algo en él quería reírse, sostener su mano y dejar al muy imbécil dormir nuevamente en su hombro.

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Que cuatico esto de tardarme 2 meses en publicar xd Lo siento, de verdad :c
Pero les aseguro que ahora iré más rapido por que de ahora en adelante se pone super cuatico y sangre y pasion y asdasd 
Y bueno, les adelanto que en el siguiente capitulo se viene la historia de Prussia y Austria, el como se conocieron -chan- y por que Austria perdió la memoria -chan- y QUIEN le quitó su memoria -chan- y lo que piensa hacer Prussia para recuperarla -chan- lo que desencadenaraá muchas cosas y la caga maxima
Weon, fue el medio spoiler, soy lo peor :c
Ya corta shao xd